Roland Fischer


Roland Fischer es un artista imprescindible para comprender la evolución del soporte fotográfico en las últimas tres décadas. Sus monumentales fotografías retoman géneros clásicos como la arquitectura y el retrato, y los redefinen a partir de cuestiones formales y conceptuales que nos obligan a investigar más allá de las apariencias.
Las imágenes de Roland Fischer (Munich, 1958) interpelan al espectador sobre el propio acto de mirar y esta sensación se acrecienta cuando entra en escena el uso de herramientas digitales en las que es un consumado maestro. Uno de los aspectos más significativos del trabajo de este artista se sitúa en su insistente ambigüedad. Sus fotografías tienen una especie de intriga interna que nace de la dialéctica entre el potencial declaradamente seductor de los temas que aborda, el acatamiento de su rigor formal y el desarrollo de exhaustivas series temáticas que abandona y retoma de modo intermitente. Tanto cuando fotografía personas despojándolas de todo artificio, como sucede en sus impenetrables retratos de monjes (“Nuns and Monks”, 1984-1985) o en los retratos colectivos realizados en China (Collective Portraits, 2002); como cuando las retrata como si fueran distantes objetos de deseo suspendidos en el tiempo y el espacio, como apreciamos en los bustos de mujeres sumergidas en piscinas (“Los Angeles Portraits”, 1990-1994 y Chinesse Pool Potraits, 2005-2010) o más aún, cuando modifica digitalmente detalles arquitectónicos de edificios corporativos hasta transformarlos en superficies virtualmente abstractas (“Façades”, 1998-2010), Fischer logra extraer el mayor partido posible al potencial simulador del medio fotográfico “reconfigurando” la realidad bajo sus propias reglas, una realidad, que se ve, no sólo ampliada, sino “suplantada”.
En ocasiones, sobre todo cuando Fischer trabaja con la arquitectura, llega a anularse el carácter referencial y descriptivo de los motivos elegidos creando la sensación de que nos encontramos ante módulos virtualmente abstractos, que se multiplican bajo principios de serialidad fractal y autoproducción ilimitada, lo que los convierte al mismo tiempo en una cruda metáfora de la perdida de identidad de la polis bajo la tautológica seducción del capitalismo. Una ciudad abstracta que ya no se define por sus funciones urbanas, sociales o comunales sino por su capacidad de simulación.
Pero Fischer no solo extrae los edificios de su contexto urbano, sino también de sus connotaciones espacio-temporales, hasta someterlos a un examen formal que acentúa las tensiones existentes entre el “tiempo de la historia” y el “tiempo de la imagen”, lo cual se hace especialmente palpable en las reconfiguraciones historicistas de sus series fotográficas más recientes: “Cathedrals And Palaces” (2004-2009), a partir de la de-construcción de los conceptos de interior y exterior y en “New Architectures” (2005-2010) en las que de-construye “al modo cubista” edificios emblemáticos de arquitectos del movimiento moderno como Barragán o Le Corbusier, que pasan por ser sus trabajos más calculadamente pictóricos, pero donde en realidad ya nada es exactamente fotografía, ni exactamente pintura, sino simplemente “imagen”.

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