Kristoffer Ardeña


El suyo es un trabajo con clara vocación de arqueología de lo sentimental.
Kristoffer Ardeña (Filipinas, 1976) ordena y desordena encuentros, vivencias o recuerdos con el fin de reflexionar sobre los mecanismos de la memoria, la permanencia de las cosas o sobre ese pasado atemporal que al ser recordado aparece como una extraña cotidianidad sin historia. Sus instalaciones, dibujos, cuadernos, fotografías u objetos son, pues, una serie de datos acerca de sucesos intrascendentes que tienen en su provisionalidad, su consistencia tangible.
Para el artista filipino Kristoffer Ardeña fue conocer Roma. Marcó un nuevo comienzo en su carrera. Así lo recuerda. Había obtenido una beca de la Academia de España, un guiño de la fortuna que resultó, en muchos sentidos, decisivo. En este período, de septiembre a diciembre de 2006, pudo atisbar los caminos por los que discurriría su expresión artística en el futuro. De formación clásica, empezó a investigar el conceptualismo, a calibrar las implicaciones de una idea abstracta como la memoria.
Reconocer el vasto pasado de la Ciudad Eterna veteado en la piedra de los vetustos edificios fue el detonante: “El choque fue brutal. En Roma hay capas y capas de memoria física, la ves, la vives. En Filipinas es totalmente distinto, la memoria es más efímera. El clima condiciona mucho, es tan húmedo que todo se estropea”.
Kristoffer nació en Dumaguete, una ciudad del sur de Filipinas, asomada al mar y serpenteada de palmeras. Nada que ver con Roma. Ni con los otros lugares por los que ya había pasado Kristoffer desde que, con dieciocho años, se marchara de la isla, donde aún reside su familia.
No fue, sin embargo, hasta su estancia romana que su descubrimiento de las diferentes tradiciones culturales en contraposición a la propia tomó forma artística. “El lugar en el que creces tiene mucho impacto en lo que a referentes culturales se refiere, ¡aunque me he dado cuenta de que soy menos filipino de lo que pensaba! Mis trabajos, sobre todo al principio, tienen mucha relación con mi origen porque es inevitable, surge de forma natural. Volver allí y retomar me equilibra”, asevera Kristoffer.
La consideración de la memoria fue el primer paso hacia su obra actual, no tan sujeta a una temática.

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